Uff... qué contaros después de tanto tiempo... Últimamente los días están pasando muy rápidamente. Significa que el bajón pasó; es más, ahora estoy totalmente efervescente, subiendo y subiendo sin parar. Voy a resumir bastante, que si no me voy quedando muy retrasado.
Gran parte de culpa de mi renovado ánimo la tiene Alemania, un país por el que, en un principio, no tenía claro si pasar, exceptuando la cita obligada en Berlín. Munich me acogió, procedente de Salzburgo, en horas bajas y sin mucho convencimiento. Y fue mi medicina. Grande, un hervidero de gente, tráfico complicado... Ideal para pasar inadvertido en la calle, en el metro... 
Además, es una ciudad con mucho que ver. Pero, mala suerte, solucionados los problemas de mi cabeza, aparecieron los físicos. El talón del pie derecho no me permitió mucha alegría. Más bien, ninguna. Así q
ue dediqué la mayor parte de mis horas a degustar la amplia oferta cervecera alemana en mi hostal, donde además ofrecían conciertos en directo. La relación cantidad/precio es excelente en este país: una cañita, tercio o un botellín es medio litro de cerveza en cualquier lado. Es complicado conseguir algo más pequeño, de manera que noche tras noche la misma canción, varios litros para el cuerpo.
Una vez en Nuremberg, cita a ciegas. José, el hermano de Carmencita (mil gracias), me esperaba para hacer de mi visita a la ciudad algo totalmente distinto. Ninguno de los dos había oído hablar del otro, y en la plaza de San Lorenzo, bajo la catedral, fue nuestro encuentro, nuesta primera vez. Él llegó en bic
icleta, yo era fácilmente reconocible por mi no aspecto de alemán. José me ha mostrado la ciudad al completo, lugares importantes de la historia reciente -como el descomunal recinto donde Hitler congregaba a las masas- y la vida nocturna de una ciudad alemana. La última noche acabamos en bicicleta, a las seis de la mañana, después de una fiesta de gente Erasmus... Con él, y con la gente del hostal en el que me alojé -otro descubrimiento- mi ánimo ha subido muchos enteros.
Unas horas más tarde después de esa última noche debía estar en el aeropuerto de Berlín... Pero esta ciudad, y la visita recibida, merecen una entada aparte.